lunes, 4 de octubre de 2010

La presencia de los invisibles. Biblioteca de Literatura Afrocolombina. DEBATE.

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ACTUALIZACIÓN A OCTUBRE 19, 2010
De: Melba Escobar, Coordinadora del Área de Literatura del Ministerio de Cultura
Fecha: 19 de octubre de 2010, 14:38
Asunto: sobre la biblioteca de literatura afrocolombiana .
Mediocridad y arrogancia
Marianne Ponsford , Directora, Revista Arcadia
Marianne,
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Considero que ya mucho se ha escrito en torno al artículo escrito por Manuel Kalmanovitz “La presencia de los invisibles”. No creo que haya que volver sobre la falta de rigor del artículo, su evidente desconocimiento del tema, las imprecisiones en cuanto a cifras y nombres de los miembros del comité editorial, su tono contestatario de bachiller que escribe un trabajo para la clase de ética sobre un tema que desconoce por completo, algo que disimula torpemente lanzando consignas provocadoras a diestra y siniestra. Creo que al “artículo” se le debe dar la misma importancia que al ensayo de ese bachiller escrito en clase sobre cualquier cosa, sin entender nada pero con el tono provocador que suele desatar el debate. La diferencia es que el que usted dirige es un medio serio, o eso seguimos creyendo algunos, que cuenta con lectores juiciosos que encontramos aquí una mirada novedosa, crítica, actual sobre temas culturales, y no es, o eso queremos creer algunos, un periódico de colegio en el que un alumno irreverente escribe sus opiniones sobre cualquier cosa. Molesta profundamente el tono ofensivo del artículo. El irrespeto, casi racista, con que se burla de las políticas de visibilización e inclusión, y se refiere al trabajo de un equipo de más de 20 profesionales como “la caja” y habla del “sentido de oportunidad que aprovechó la Ministra”. Pero más allá de estas acusaciones infundadas, algo que ya se dijo en otras cartas y de mejor manera, lo que más considero ofensivo es que nunca se haya siquiera ojeado el contenido de “la caja”.

Cuando se nos informó, al equipo de coordinación de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, que se haría un artículo sobre la Biblioteca, nos alegramos profundamente de pensar que al fin un medio haría trabajo riguroso donde se miraran los contenidos, los autores, los temas, en fin, donde se hiciera una lectura crítica de “la caja”. Una lectura literaria, en una revista literaria. Lo cierto es que ni siquiera fueron leídas las contratapas o la introducción. El niño irreverente no hizo la tarea. Y resulta poco profesional, muy arrogante y excesivamente mediocre, escribir un artículo refiriéndose a una “caja” y pontificando en torno a ella sin siquiera conocer su contenido.

Bienvenida sea la crítica, pero un mínimo de rigor no les vendría nada mal. Molesta pensar, que esto sucede porque es una producción nacional. ¿Si el proyecto se hubiera hecho en cualquier otro país, hubiera tenido el mismo trato de segunda categoría? ¿No era posible asignarle esta misión a alguien que al menos sintiera curiosidad por la poesía de Artel o los cuentos de Bent-Robinson? ¿Cómo se escribe un artículo, en una revista literaria de tanto prestigio como la que usted dirige, sobre un contenido que se desconoce por completo? Hay una premisa de desprecio, un prejuicio doloroso, el mismo prejuicio que hace que estos autores no sean leídos ni siquiera cuando se va a escribir un artículo sobre ellos. No estaría de más, que en algún momento se hiciera de verdad el artículo sobre la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana que nos habían prometido.
Melba Escobar
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ACTUALIZACIÓN A OCT. 14, 2010:
Los invisibles se hacen presentes ARCADIA WEB, OCT. 14, 2010
Debate
La publicación del artículo "La presencia de los invisibles" , sobre la utilidad
en la pasada edición de Arcadia, produjo muy fuertes reacciones.
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Algunas publicaciones anteriores de NTC ... sobre la Biblioteca:
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De Carlos Vidales cvidales6@gmail.com
Para Marianne Ponsford arcadia@semana.com
CC NTC …
Fecha 30 de septiembre de 2010 21:15
Asunto Reseña de Manuel Kalmanovitz
Estimada
Marianne Ponsford
Directora de la Revista Arcadia:

Con mi saludo cordial, quiero hacerle llegar una reflexión acerca de la reseña de Manuel Kalmanovitz sobre la Colección de Literatura Afrocolombiana publicada por el Ministerio de Cultura, reseña que la revista Arcadia publicó recientemente con el título "La presencia de los invisibles":

http://www.revistaarcadia.com/impresa/articulo/la-presencia-invisibles/23281

Me parece que la reseña de Kalmanovitz no es una reseña. Simplemente se limita a criticar la colección, su costo, su peso y la decisión burocrática de publicarla. Nada más.

Menciona de pasada, como una simple lista de catálogo, los autores incluidos en la "caja" de la colección, pero no indica nada profundo y sustancioso sobre su literatura. Es, a mi modo de ver, una manera muy habitual (y nada elegante) de hacer aun más invisible a un autor al que, pase lo que pase, no se quiere hacer visible. No sé hasta qué punto indica esto una falta de respeto a los autores invisibles, que después de esta "reseña" siguen siendo invisibles, pero lo que sí sé es que no parece un tratamiento respetuoso, ni para ellos ni para el oficio de la crítica literaria.

Se contradice: informa que la mayoría de las cajas de la colección irá a parar a "escuelas, universidades y bibliotecas, especialmente de las zonas con mayor población afrocolombiana". Y luego afirma: "si el objetivo real fuera todo ese cuento retórico de la visibilización, habría que encontrar cómo llegarle a la mayor cantidad de gente posible y hacerlo en la edad cuando se forma esa idea de la cultura nacional, es decir, en el colegio".

En buena letra, me parece un texto anodino, que nada agrega y nada quita a la crítica literaria colombiana. Y si vamos a hablar de costos, es costoso: demasiado largo para no decir casi nada.Tola y Maruja lo habrían hecho mejor.

Siempre parece como muy progresista criticar al ministro o la ministra de turno. Aunque en este caso fuera justificado hacerlo (que no lo sé), eso no puede considerarse una "reseña" y no entiendo que una buena revista como Arcadia la publique.

Reciba usted mi saludo, mis deseos de éxitos para Arcadia y mi mejor consideración.

Carlos Vidales

Estocolmo, Suecia
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Carlos Vidales
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Respuesta de Marianne Ponsford
---------- Mensaje reenviado ----------
De: Marianne Ponsford
Fecha: 1 de octubre de 2010 04:18
Asunto: RE: Reseña de Manuel Kalmanovitz
Para: Carlos Vidales cvidales6@gmail.com
Gracias por su carta, Carlos. En el próximo número de Arcadia se publicará una respuesta al artículo que, efectivamente, ha generado muchas respuestas.
Un saludo muy cordial y gracias por leer Arcadia,
Marianne
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De Carlos Vidales carlos@bredband.net
Para NTC ntcgra@gmail.com
Fecha 30 de septiembre de 2010 22:55
La reciente carta que envié a la directora de la revista Arcadia, fue motivada otra carta que mi buena amiga Olga L. González ya había enviado, y que yo comparto. Aquí remito su texto:
Señor@s revista Arcadia:
Tuve la oportunidad de visitar la pasada Feria del libro de Bogotá. Una de las cosas que más me llamó la atención fue la colección de libros escritos por afrocolombian@s. Por razones de peso y costo, no pude adquirirlos. Pero tan pronto vi que había una reseña sobre esta colección en su revista me precipité a leer el artículo de Manuel Kalmanovitz. El asunto resultó más que frustrante.

Que el Ministerio de Cultura no tenga plata no es culpa de la colección. Habría que preguntarles a los economistas cercanos al poder, no a la colección. Que todos esos libros sean pesados es una evidencia. Se podría pensar en ediciones de papel de arroz. Que el precio sea elevado es un problema grave. Desgraciadamente, por las mismas razones no pude comprar casi nada. Los libros son un producto de lujo en Colombia incomparablemente más caros que los de los países del Norte, sobre todo si se tiene en cuenta el costo de vida. Sería interesante leer un análisis sobre este problema en su revista.
Un argumento en contra de la colección me llamó la atención: sugiere Kalmanovitz que esos libros los usan los políticos para darse baños de popularidad. No sé qué tan cierto sea esto, pero ojalá: si los políticos colombianos están usando la cultura para promocionarse, esto es una excelente noticia.
Otra cosa curiosa del crítico literario es la forma como juzga qué es susceptible de entrar al pedestal de la historia literaria o familiar y qué no. Más que contarnos qué piensa Melba Escobar (¿y por qué no Aminta Pérez?) uno espera que el crítico literario contribuya, con su lectura, con sus investigaciones sobre literatura publicada por afrocolombian@s, etc, a valorar ese trabajo.
Cordial saludo,
Olga L. González
http://www.revistaarcadia.com/impresa/articulo/la-presencia-invisibles/23281
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Saludos
Carlos Vidales
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Literatura
La presencia de los invisibles
Carátulas de los libros de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana.
Literatura
El Ministerio de Cultura lanzó, en la pasada Feria del Libro de Bogotá, la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana: 20 volúmenes de textos de escritores colombianos negros. ¿Para qué sirve esta inversión editorial del Estado? ¿Visibilizará a los invisibles? ¿Quién los va a leer?
Por: Manuel Kalmanovitz G.
Revista Arcadia ,
http://www.revistaarcadia.com/impresa/articulo/la-presencia-invisibles/23281
El Ministerio de Cultura lanzó, en la pasada Feria del Libro de Bogotá, la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana: 20 volúmenes de textos de escritores colombianos negros. ¿Para qué sirve esta inversión editorial del Estado? ¿Visibilizará a los invisibles? ¿Quién los va a leer?
Por: Manuel Kalmanovitz G.

Entre los reunidos, la palabra clave era “visibilizar”. Aunque también estaba su opuesto “invisibilizar” y sus derivaciones “invisibilizados” e “invisibles”. Como si hablaran de una epidemia.



Se trataba del lanzamiento, en la pasada Feria del Libro de Bogotá, de la caja de literatura afrocolombiana que editó el Ministerio de Cultura. Es complicado lo que rodea a esta caja, porque el problema de la invisibilidad es tan serio como difícil de tratar. Lo que sí tiene es que suena bien, suena poderoso, como si fuera cuestión sobrenatural, de magia o hechicería. Pero es una hechicería especial, combatible desde lo burocrático, entonces no es para que nadie pierda la cabeza. Así, la presentación de la colección firmada por la ex ministra Paula Marcela Moreno Zapata se titula “Haciendo visibles a los invisibles”. La fe en lo que la burocracia puede lograr a veces sorprende, ¿no?




Con las mejores intenciones, el Ministerio pensó que la respuesta residía en hacer algo extremadamente sólido, real, material. Qué es lo que ofrece esta caja: la solidez de 19 libros y cinco kilos de páginas, carátulas y la caja donde viene todo. Aunque también queda la sensación de que algo tan sólido no logrará resolver un problema tan etéreo.



¿En qué consiste este problema de invisibilidad? Varios de los participantes en el lanzamiento explicaron que hay una deuda histórica con los escritores afrocolombianos que por varias razones, entre ellas el color de su piel y el hecho de que su cultura se transmita oralmente, se han visto excluidos del canon de la literatura colombiana.



Manuel Zapata Olivella condensa una versión de esa idea en uno de los editoriales de la revista Letras Nacionales de 1965, incluida en una antología de sus escritos que viene en esta caja, y en la que cuestiona a quienes no creen en la existencia de una cultura nacional: “En los conflictos políticos y económicos contemporáneos hay quienes, defendiendo intereses particulares, niegan la existencia de una literatura en pueblos que fueron o son oprimidos. A despecho de sus propias aseveraciones, se apresuran a destruir la literatura nativa —tradiciones, folclor, archivos, idiomas— y cuando les es imposible incinerar, empecinadamente niegan los valores objetivos”.



Esa es la invisibilidad: se hacen cosas, se escriben libros, se habla y se cuenta, pero nadie escucha. O el que escucha dice que no oyó nada. Aunque acá cabe observar que la situación en que nos encontramos y que esta caja ilustra es la opuesta a la que vivió Zapata Olivella en 1965. Ahora, la cultura nacional que defendía se pone en duda y no desde la tradición europea, como sucedía entonces, sino desde adentro, desde las minorías y los marginados, que encuentran más cosas en común con minorías y marginados de otras partes del mundo que con lo que constituía esa “cultura nacional” oficial.



El gran problema de aproximarse a este proyecto es que acá —y en iniciativas similares— confluyen cuestiones estéticas, históricas, académicas, políticas y burocráticas que se sobreponen y confunden.



Porque está claro que en el transfondo hay una avalancha de injusticias históricas que empezaron con la esclavitud, que continuaron con el racismo, con el abandono de grandes zonas del país por parte del Estado y con el desconocimiento de sus particularidades culturales (reconocidas tardíamente en la constitución de 1991).



Eso, a un nivel. Luego está la cuestión burocrática, el sentido de oportunidad que aprovechó la ministra: mil millones de pesos que llegaron dentro del programa de celebración del bicentenario y de los cuales se usaron 700 para esta caja (los 300 restantes se usaron para una caja de literatura indígena). Y esta suma es particularmente significativa en un ministerio con un presupuesto reducido —para entender las proporciones, la Biblioteca Nacional gasta eso anualmente.



El componente político está claro en la selección de los autores: hay escritores de la costa Atlántica, la Pacífica y de San Andrés y Providencia. Como escogiendo uno o dos invisibles por región y no dejando ninguna de lado.



Entonces tiene eso esta caja: algo calculado, como si hubiera sido pensada para que los políticos la llevaran a las regiones y mostrar así, con cinco kilos de libros, que sí hicieron algo, que sí se preocupan por sus constituyentes. De esa magia sí es capaz la burocracia. Aunque, ahí lo que se visibiliza no son tanto los autores, sino el ministerio mismo en general y la gestión de la ahora ex ministra en particular.



¿Qué se escogió para visibilizar? El comité editorial, compuesto por Roberto Burgos Cantor, Ariel Castillo Mier, Darío Hernando Restrepo, Alfonso Múnera Cavadía y Alfredo Vanín Romero (este último es también, aparentemente, uno de los invisibles, porque la caja incluye la reedición de dos libros de poesía suyos en un solo tomo), escogió una gama amplia de textos que van desde el siglo XIX hasta el presente.



En la selección también colaboraron varias universidades (la del Valle, la de Cartagena, la Nacional sede Caribe) que con el tiempo han creado programas académicos dedicados a reflexionar sobre la literatura afrocolombiana. Esta arista académica ofrece el canon literario que respalda esta caja.



Aun así, no todos los visibilizados son igual de invisibles. En la caja, de hecho, hay desde invisibles bastante visibles (el poeta Candelario Obeso, Óscar Collazos, el ya mencionado Zapata Olivella) hasta verdaderos invisibles (los mineros, agricultores, folcloristas y maestros que contaron las historias recopiladas por Baudilio Revelo Hurtado en el volumen dedicado a la tradición oral en el Pacífico), con toda una gama en el medio.



También fueron plurales a la hora de los géneros representados. Están los artículos de Zapata Olivera, hay un libro de ensayos de Rogerio Velásquez Murillo, muchos tomos de poesía (aparte de la de Vanín y Obeso están Jorge Artel, Helcías Martán Góngora, Pedro Blas Julio Romero, Hugo Salazar Valdés, Rómulo Bustos Aguirre y una antología de mujeres poetas recopilada por Guiomar Cuesta y Alfredo Ocampo), hay cuentos (Carlos Arturo Truque, Lenito Robinson Abrahams, Óscar Collazos y la recopilación de Revelo) y novelas (Arnoldo Palacios, Zapata Olivella, Hazel Robinson Abrahams y Gregorio Sánchez Gómez). Es, entonces, un esfuerzo plural de arriba hasta abajo.



La pregunta que vale la pena hacerse es si esta caja tan sólida, si estos cinco kilos de libros afrocolombianos, realmente lograrán acabar con esa maldición de la invisibilidad de la que habla la ex ministra en su introducción. Y esa es una pregunta difícil de responder.Melba Escobar, ex coordinadora del área de literatura, decía que le gustaría que pasara con estos libros lo que pasó con las ediciones de Colcultura de los años 70, que hasta el día de hoy se encuentran por ahí, en las bibliotecas de las casas, entre los vendedores ambulantes de la séptima, en las casetas de libros usados de toda Colombia. Que se regaran por el país y por las casas hasta ser tan comunes que uno dejara de notarlos.



Pero la monumentalidad y solidez de la caja no alientan su circulación por ese circuito. Además está el hecho de que del tiraje de 4.000 cajas, sólo 400 están a la venta (precio sugerido: 250.000 pesos). Y 400 cajas de 19 libros seguramente no alcanzarán a satisfacer el mercado de las ventas callejeras de todo el país.



¿A dónde van las cajas? A escuelas, universidades y bibliotecas, especialmente de las zonas con mayor población afrocolombiana. En ese sentido, pareciera que el objetivo de la caja no fuera visibilizarlos ante la cultura nacional, esa que defendía Zapata Olivella, sino ante sí mismos. Y, qué pena el cinismo, pero también visibilizar ante ellos las actividades del Ministerio de Cultura en general y, en particular, de la ex ministra.



Porque si el objetivo real fuera todo ese cuento retórico de la visibilización, habría que encontrar cómo llegarle a la mayor cantidad de gente posible y hacerlo en la edad cuando se forma esa idea de la cultura nacional, es decir, en el colegio.



Habría entonces que proponer un cambio en los pensums escolares de literatura, luego organizar talleres con maestros y alumnos; en fin, toda una labor grande pero poco vistosa (de paso, si ese fuera el objetivo, los prólogos académico y llenos de notas de pie de página que acompañan a muchos de los 19 libros estarían mejor en revistas indexadas que acompañando los textos).



El problema es que, si hiciera todo esto, al final no habría nada que mostrar. Nada aparte de la visibilización, que es inmaterial.



Si se hiciera todo esto, una caja como esta sería innecesaria. Porque si los libros están en los pensums, ahí aparecerán las editoriales que los publiquen. Y si se hacen tirajes grandes y baratos, terminarán en ese circuito del que habla Escobar, en las calles, en las casetas, en las bibliotecas de las casas.



Pero ahí, los políticos no tendrían nada que llevar en sus viajes, la ministra no tendría nada que prologar, los medios nada que comentar. La labor se habría hecho, pero los invisibles serían ellos y eso es algo que ningún político ambicioso puede permitirse.